Al son de la Paz

Cada 10 de diciembre se celebra en Oslo la ceremonia para otorgar el Premio Nobel de la Paz. Así lo dictaba el testamento del inventor sueco Alfred Nobel; los premios científicos y de literatura serían otorgados por instituciones suecas y el de la Paz se reservaría a un comité nombrado por el Storting (Parlamento Noruego).

La ceremonia se inscribe en la “semana del Nobel” (“Nobel week”) llena de eventos entre los cuales se incluyen conciertos, conferencias, el banquete, mesas redondas y, por supuesto, la entrega de la medalla de oro y el diploma.

Este año eran trece los laureados en diversas materias: Literatura, Ciencias Económicas, Físicas, Química, Medicina, y el de la Paz de Kailash Saytyarthi y Malala Yousafzai. Sus nombres ya los conocemos, su sombra mediática es casi tan grande como su historia.


Kailash Saytyarthi, un idealista de 60 años de origen indio, dejó su trabajo como ingeniero eléctrico para crear una ONG con la misión de rescatar a niños y niñas de trabajos forzosos en fábricas y talleres. Malala, joven de 17 años pakistaní, sobrevivió a un casi fatal atentado Talibán en 2012, por defender el derecho a la educación de las niñas.

Parece que este año el Nobel de la Paz ha dado en la diana, no es casualidad que ambos galardonados salgan de un subcontinente de historia reciente convulsa. De dos países, un mismo pueblo, un sinfín de religiones y todavía más lenguas y dialectos. Ambos marcados por la pobreza, la violencia y el extremismo pero también de una cultura milenaria formada por millones de personas de gran solidaridad y genialidad.

Tampoco ha sido casualidad la elección de la música que ha enmarcado el momento clave de la ceremonia.

Una ceremonia, en sí bastante escandinava, que se ha teñido del color de los saris de algunas invitadas y de un toque de espontaneidad de Malala, la más joven en recibir este tipo de premio.  Cuando ha recibido la medalla de oro y el diploma junto a Saytyarthi, le ha pasado el diploma al maestro de ceremonias para poder alzar en señal de victoria la medalla de oro, invitando a su compañero de premio a hacer lo mismo.

Supongo que ese momento de banda sonora de aplausos atronadores trascenderá en los medios y nos lo contarán.  Espero que no se centren en la imagen del fotógrafo espontáneo intentando enseñar una bandera fuera de protocolo. Pero lo que sí me gustaría que se recordara de esta ceremonia, a parte por supuesto del ejemplo de estos dos grandes activistas para la Paz, es la música que ha sonado en el Ayuntamiento de Oslo.

¿Por qué la música? En mi opinión, la música ha tenido una carga simbólica especial.

No me refiero a la ópera interpretada por Hans Christian Andersen y el pianista noruego Edward Grieg que inauguraba la ceremonia. Me refiero a las palmas del Qawwali y los acordes del sarod que han venido después.

El grupo pakistaní de Rahat Fateh Ali Khan ha sido el elegido para poner el “do” antes de la entrega de los premios. Este grupo famoso en India y Pakistán ha interpretado el tema “Alla hu”de estilo Qawwali. Este estilo hace referencia a temas devocionales islámicos de tradición mística sufí. Es común escuchar este tema en celebraciones musulmanas en ambos países, es un canto a la unidad y al amor, muy necesario debido a la guerra eterna que libran por el control de la región de Cachemira. El sonido del armonio, especie de caja/órgano, junto con la percusión de la dholak y la tabla (especie de tambores) se unía con la voz afinada del cantante principal.



Música sufí, India, Pakistán, boda, ilustración
Ilustración del artista Danesh Mohiuddin de un grupo de Qawwali una boda en Nueva Delhi

 
Para cerrar la entrega del galardón y cuando aún resonaba en nuestros oídos ese sonido único del subcontinente, le ha llegado el turno a otro grupo musical, esta vez compuesto por tres artistas de origen indio. El padre, Amjad Ali Khan, da nombre al grupo compuesto por sus dos hijos y un acompañamiento de percusión. Famosos también en ambos países, han interpretado el tema “Raga For Peace”. Un tema instrumental, escrito para la ocasión, interpretado de forma magistral tocando el sarod. Este instrumento es semejante, en su forma, a la guitarra aunque su sonido es más como un sitar profundo que se utiliza normalmente en la música india clásica.

Dos manifestaciones musicales para celebrar un mismo acontecimiento, una misma visión y un sentimiento de armonía que parecía recorrer la sala.

Quizás la elección musical intentaba traducir para todos las palabras del moderador del Comité Nobel Noruego Thorbjorn Jagland: “Una chica joven y un hombre bastante más mayor, la una de Pakistán y el otro de India, musulmana e hindú; ambos símbolos de lo que necesita el mundo: más unidad. Fraternidad entre naciones.”

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